Me voy deslizando hacia un verano que huele a cloro y salitre, es amarillo, azul y verde, sabe a arroz, cerveza y helado, suena a risas y olas.
Resbalo lentamente hacia las siestas en la sombra, la juerga sanferminera, la tertulia en una terraza, el juego en el agua, las sabanas pegadas, los kilos de más, los días largos y las noches cortas y lúdicas.

Como el Fauno Barberini me muestro perezoso e indolente, no me apetece correr y cansarme, toca un paréntesis, un "reset". Refrescar la mente, refrescar el cuerpo, dejarse llevar por las olas, ser malo, hacer lo que no conviene. Solo un poquito no más, un respiro, que el invierno aquí es duro, largo y húmedo.

Volveré al esfuerzo, al plan, a la búsqueda del objetivo más adelante, ahora toca dejarse caer, escurrirse despacio.

NOTA
El Fauno Barberini o Sátiro durmiendo es una escultura de la época helenística dicen los que saben que del siglo III a. C.. Fue restaurado y probablemente algo reinterpretado por Bernini, se descubrió en su época en Roma, parece que representa una ofrenda a Dionisio. No he tenido la suerte de verla en vivo, está en Berlín, pero me encanta su desfachatez impúdica, y la sensación de abandono.
Está repantingado o como diría mi amigo Carlos esbolutrado que es una palabra de su pueblo que me encanta.